Sofía Martínez Pereda dice que tiene casi 90 años. Su cabello se parece a esa bruma que hay en las montañas en un día frío y húmedo. Se le ve descalza, con su vestimenta llena de aves y flores, en la parcela que renta para poder seguir haciendo eso que le gusta desde chiquita: cultivar maíz. Habla pausado, con cariño. En su cultura, la mazateca, este grano es esencial, es la base de su alimentación pero también de su cosmovisión.
“Najmé” —palabra que significa “maíz”— es un documental totalmente hablado en mazateco y es parte del proyecto “Mazatecos en el siglo XXI” que, a través de tecnologías digitales de la información, busca ser desde finales de 2017 a la fecha, una plataforma de documentación, reflexión y difusión del su conocimiento tradicional, además de que estudia la diversidad biológica y cultural en la Sierra Madre Oriental.
Esta iniciativa es posible en co-construcción gracias al lazo entre un grupo de trabajo de esta comunidad —que se llama Chjota én níma, que en su lengua significa “gente de palabra, de corazón”— y el doctor Nisao Ogata de la Universidad Veracruzana y su equipo. Han recorrido kilómetros para escuchar cómo viven, piensan y qué quieren compartir los mazatecos para los mazatecos. El cordón que los une es el maíz, expresa este investigador.
GRANOS DE VIDA
“El maíz es alimento básico pero también da identidad y arraigo. Es el motor de generación de un profundo conocimiento local. Los campesinos conocen las variaciones micro climáticas de sus pendientes, cerros y valles gracias al conocimiento heredado de cientos de generaciones, que es resultado de una profunda observación y experimentación”, dice Nisao Ogata.
Este material audiovisual es fruto de las entrevistas en trabajo de campo a 30 campesinos con varios ejes temáticos como su percepción y soluciones al cambio climático y las formas de producción ante estas condiciones, su sentir sobre esos saberes de los abuelos que se van perdiendo y su profunda manera de hablar de este grano que les entraña.
Al charlar con Evaristo Nava, maestro de la que orgullosamente llama “nación mazateca” y quien es parte fundamental de esta iniciativa, narra que lleva 35 años en la labor en distintas escuelas pero el trabajo no es solo con niños y niñas sino con cada persona, en comunalidad. Impulsan encuentros relacionados con los maíces, continúan la oralidad y su permanencia, además de que plasman estos conocimientos en diferentes materiales audiovisuales.
El fin es aprovechar la tecnología para la conservación de la memoria colectiva mazateca ya que la apropiación del uso de la tecnología es para un fin que ellos deciden, desde adentro, en donde la técnica solo está al servicio de la misión principal que es el mensaje y su impacto y significancia. “Yo puedo dar mi opinión, mostrar cómo se hace una cámara lenta, cómo tomar un amanecer con la cámara rápida, pero el amanecer que yo veo no es el que a lo mejor ellos quieren”, expresa Ogata.
Él cree en el sincretismo metodológico que usa como base al conocimiento tradicional, para ahí realizar aproximaciones desde diferentes disciplinas científicas como la etnobotánica, la agroecología y la etnoecología.
“Lo necesario es ver cuáles son las preguntas a resolver a través del conocimiento tradicional (…) La primera es porqué importa éste en el siglo XXI. Cada grupo ha generado saberes sobre su entorno y estos se basan en una serie de observaciones empíricas, de experimentos que se han transmitido de generación en generación y esto perdura en el mundo moderno porque representan formas particulares en que cada cultura se relaciona con la naturaleza. Existen distintas soluciones a nuestros problemas y futuros como especie biológica”, explica.
OBSERVAR, CONOCER Y CONSERVAR
Uno de los problemas que nota el doctor Nisao Ogata es que esta sabiduría sufre racismo, además de que existe denostación hacia los pueblos originarios que son marginados, desdeñados y explotados. Ellos han padecido una historia de brutal desacreditación de sus formas de vida y de ver el mundo. Precisamente, otro error sería pensar que lo único legítimo es lo que se aprende en la academia, a través de la ciencia, —“porque ésta tiene apenas unos 300 años de funcionar como tal”, añade—.
El maestro Evaristo Nava agrega que si bien desde tiempos prehispánicos el sustento mazateco ha sido el maíz, debido a la penetración, modernización y comercialización del café y su auge durante las décadas de los cuarenta a los sesenta del siglo pasado, el campo maicero sufrió abandono, así como se han introducido variedades comerciales del grano y ahora hay tortillerías. Empero, nunca se ha dejado de lado su cuidado y conservación por quienes aman y valoran sus raíces.
“Sin él no podemos vivir. Es algo filosófico, es una metamorfosis. A mis hijos les digo la tortilla es tu carne, es tu saliva, son tus lágrimas…”, expresa este educador. Es la base fundamental del campesinado: con él se preparan tamalitos dulces, de comal, de frijolitos, de olla o de tesmole, también chileatole y atole con pinol, entre otros. También, gracias a su siembra, hay en diferentes momentos del año quelites, frijoles, chayotecamotes, jitomates, chayotes, calabazas, chiles y una serie de plantas medicinales y para sazonar que se consumen de manera local o para vender.
De lo más destacado en “Najmé” es que puede conocerse las variedades de maíces nativas en los términos de los agricultores: ellos saben que algunas prosperan mejor en zonas cálidas, otras en las templadas y algunas más en las húmedas, ante el calentamiento global inminente. Justo la belleza de este video radica en el poder de observación y hasta la poesía que habita en los maíces de sol o de lluvia —la división que ellos dan a sus razas y que pueden ser blancos, morados, amarillos o pintos—. Han logrado una siembra de casi todo el año adaptando los maíces.
A los de sol —que Evaristo también nombra tonamil— se le siembra en noviembre y no en febrero, y se cosecha en diciembre. Es su estrategia útil ante la elevación de la temperatura y las inclemencias como vientos y aguaceros intensos que antes no había. Se introduce en las montañas porque no lo puede tocar el viento frío y prefiere los lugares calurosos. Las mazorcas son más pequeñas pero muy apreciadas para el auto consumo.
Y los de lluvias, que se sembraban a partir de enero y en gran cantidad durante febrero y marzo, se cosechaban, por lo general, en octubre y noviembre, aunque esto sigue y seguirá cambiando. “Ya no hay periodos determinados para la siembra, se puede hacer casi todo el año”, expresa y enfatiza que esto no se los dijo un ingeniero ni un agrónomo: esto es sapiencia campesina que nace de observar, conocer y, sobre todo, del deseo de conservar.
FRENTE AL MUNDO
Los mazatecos son guardianes de su tierra y enfrentan varios retos además del cambio climático. Quizá de los más graves son la llegada de vendedores de productos agrícolas con una visión industrializada del maíz, así como políticas gubernamentales y personajes indolentes que buscan imponer esquemas neoliberales de producción ajenos a los contextos indígenas. Ambos especialistas concuerdan en que más que buscar volúmenes altos se debe pugnar por el entendimiento de una realidad con otros deseos, motivaciones y preocupaciones.
“Si se promueve el arraigo se evita la migración, si se evita la migración hay probabilidades de que la gente fomente estrategias para apoyar la soberanía alimentaria. Es una muy mala idea que se piense que los campesinos tienen que ser empresarios y que se tienen que sumar al tema de las exportaciones cuando algunos no tienen ni para el auto sustento”, opina Nisao.
Evaristo comenta que quienes trabajan desde abajo no son tomados en cuenta más que cuando se presentan periodos electorales o cuando es el Día Internacional de la Lengua Materna pero esos y más son usos políticos, de expropiación. Considera que el paternalismo puede entenderse como otro problema en las comunidades: se les da dinero, se les ofrecen maíces de fuera, se les aísla de su realidad y todo es una cadena que no les beneficia.
“Siembro como sembraban los viejos”, “uso el calendario mazateco”, “chota njchá cháon son los que saben trabajar el campo”, “seis elotes tiernos se asaban para la ofrenda”, “al centro de la parcela de la milpa se comía guajolote para pedir fertilidad de la cosecha”, entre otros testimonios son muestra de lo hondo que hay dentro de poblados como San Lorenzo Cuaunecuiltitla, San Pedro Ocopetatillo, San Jerónimo Tecóatl, San Lucas Zoquiápan, Mazatlán Villa de Flores, San Antonio Eloxochitlán, Santa María Asunción, Santa María Chichota y Huautla de Jiménez.
“Ya se siente diferente. ¿Qué sucederá en la otra luna?”, se pregunta Librado Martínez, otro de los entrevistados en esta obra. Él cree que tiene 78 años, no lo sabe de cierto pero dice que es bueno que haya cambios como el del maíz del sol. Sabe que la semilla se adaptó a la tierra que la acoge ahora, no ha usado, no usa ni usará químicos.
Esa analogía es profunda, es parte de la inmensidad del maíz y el universo relacionado con él. “Najmé” es una palabra y pieza de resistencia. Es tan intrínseco como ese lenguaje mazateco de silbidos que para ellos es amoroso y representativo, que les da una identidad propia y con los demás, con los suyos y su medio ambiente.
Mira aquí el documental:
Somos una institución sin fines de lucro, apóyanos con un donativo que nos permita continuar investigando y generando contenidos especializados en maíz