Gracias a las memorias de lo que vivió en su niñez, Olivia Castillejos Dehesa escribió “En el Surco de la Milpa”, un libro bilingüe de poesía español- didxazá que quiere decir “lengua nube” en zapoteco, del Istmo de Tehuantepec. Ella es originaria de El Espinal en esta región oaxaqueña.
Cuando era niña, acompañaba a Manuel Castillejos Toledo, su padre; a Olivia Dehesa Toledo, su madre; y a sus hermanos a sembrar y luego, cuando el ciclo agrícola se cumplía, llevaban la mazorca a casa para desgranar: “esos pasajes regresaron a mí, esa época que viví deja constancia de la unión con la milpa que me tocó”.
Esta maestra de secundaria de oficio y vocación, está sumamente interesada en que los saberes zapotecos se preserven y se documenten pues observa que ha cambiado tanto el contexto cultural como ambiental y las dinámicas de su comunidad a pasos agigantados: “se está perdiendo su lengua en las nuevas generaciones, ya se dejó de sembrar como se hacía antes, la contaminación invade sus ríos…”.
Después de escribir Ladxido´, su primer libro, terminó “En el Surco de la Milpa” en tres meses debido a lo mucho que le entraña este tema. Jonás y Leonor, sus abuelos maternos, también eran agricultores, y Ofelia, su abuela paterna, hacía memelas y totopos para vender. Roberto, su abuelo paterno, y su papá, Manuel, fueron trabajadores en Pemex, pero este último al jubilarse compró un terreno y empezó a labrarlo, pues era algo que amaba y disfrutaba.
En su poesía, una y otra vez, hay referencias a su familia, al amor, al duelo, al recuerdo, a la herencia:
Él es mazorca de maíz en el tiempo.
Él es el silencio de una nube.
Él es el corazón de la tierra labrada.
Él es la historia que quiero repetir
Laabe nga niza nabani lu ca dxi zizá.
Laabe nga guendarigani xti' ca za.
Laabe nga ladxido' layú ra chinduucabe biní
Laabe nga guirá ni bibane ne nuaa'
Guibane ´xti bieque.
“La grieta de la tierra/ Ra cá bi guidxilayú ni nacadi´”.
También está presente la intrínseca interrelación y respeto por la naturaleza, sus sonidos, sus habitantes y las maneras de nombrarlas en su lenguaje, como el chituguí, que es un gorrión de pecho amarillo:
Escuché el sonido de un ave
pecho amarillo arriba de un
arbolito.
-Madre ¿qué dice ese pajarito?
-dice que alguien vendrá a visitarnos.
Y lo oí cantar chituguí chituguí
contaba las horas para que alguien
llegara.
Y la tarde trajo a mi abuelo
mi corazón se llena de regocijo.
Mamá tenía razón con el canto
de ese pequeño pájaro.
Los años transcurren y siempre alzo
la mirada sobre el corazón de
los árboles para esperar algún sonido.
Mamá me enseñó que las aves son
los guardianes del patio.
Chitugui'
Binadia'ga' cayuunda' ti manihuiini' ripapa
naguchi ra cá ladxido' dxi'ba' lu ti yaga.
Jñaa´, ¿nee nannu' xi nga cani´
manihuiini' ca la?
-Xiiñe', ni cayabime laanu nga
gueedaganna tuuxa laanu.
Binadia'ga cayuundame chi'tu chi'tugui'
chi'tu' chi'tugui'
rugaba' nda' ca xigaba' napá dxi ma nuaa'
cabeza' gueedandá tuuxa.
Ti dxi ra ziyati huadxi beedandá
bixhozebiida'
cayeche' nda ladxidua'
Dxandi' hua guni' jñaa'zedaganna
tuuxa laadu ra laame guundame.
Zizá ca iza, dxigueela´ naa rindisa
lua´ma cayuyadxie' ca yaga
ma nuaa´ cabeza' guunda' tuuxa manihuiini'
Bisiidi' jñaa´ naa ca manihuiini' ripapa
nga cani rapa layú xti' yoo.
“Chituguí/ Chitugui´'”.
Y se plasma en sus páginas la alimentación basada en el maíz:
Elote tierno
elote mazorca
elote en su punto
atole de elote
tamal de olla
tamal de horno
tortita de elote
quesadillas de elote
granos de elote en el arroz
totopos y memelas
esquite mi amor
montones de gallinas
comiendo maíz
molito de zee´
Zee ri'ni'
Zee niza
Zee ni ma nuu
Nisiaaba zee
Guetabaadxi zee
Guetazee
Xuba' gugui´ nu'cha' arroz
guetabiguii, guetanaande´
zee gugui' ni dunabé riuuladxe'
ca bere cayóca xuba
ze belabihui.
“Elote-manías/ Guendariuula'dxi'xhaatazee”
Al respecto, a Olivia le gusta cocinar: ese día justo acaba de terminarse un xí guiña, un mole rojo y picosito con res oreada que lleva maíz molidito y es de textura rasposa, al que sus alumnos de Niltepec (a una hora de El Espinal) conocen como “raspa buche”.
Platica de los tamalitos de horno que llevan maíz, manteca, azúcar y van envueltos en totomoxtle y horneados en suquí (hornos de barro de Ixtaltepec, otra localidad istmeña), acompañados con mantequilla y queso de rancho; así como de un platillo que se está perdiendo, el cuanahuini, que consta de quelites con bolitas de masa.
Hace mención a Tomás Chiñas, maestro y presidente de la asociación civil Tona Taati´ de Juchitán, que durante décadas ha realizado labores en pro de la variedad zapalote chico, una de las 64 razas existentes en México y originaria de la planicie costera istmeña. Ésta resiste altas temperaturas y las mujeres, a través de observación, conocimiento, especialización y generaciones, la han aprovechado para sus comidas cotidianas y de fiesta, para alimentos importantísimos como su totopo (característico por los orificios que tiene y su firmeza).
Es raro que en su zona acepten otras variedades de maíces de colores, tanto por el sabor como por desconocimiento, y es un hecho que las tortillas que actualmente se comen en el Istmo de Tehuantepec muchas veces son de máquina y no son 100 % de maíz, expresa Olivia.
De hecho, Tomás y su grupo han sido impulsores de ferias dedicadas al totopo a fin de que se comprenda su valor e importancia, entre otras iniciativas. Esto ha inspirado a esta docente y más personas de El Espinal, que ya se están reuniendo para tomar acciones comunales en su población y fuera de ella.
Incluso, cuando Olivia platica con su alumnado pregunta cómo ocupa su tiempo libre y va buscando actividades que inspiren y busquen el orgullo por sus raíces: “eso debe hacer un maestro, dejar una semillita”. Durante la pandemia hicieron en conjunto huertos medicinales, por ejemplo.
Un aspecto relevante es que Olivia es semi hablante de didxazá: lo entiende sin problemas, pero está trabajando en su escritura, habla y comprensión al 100 %. El trabajo arduo con Héctor Lii, originario de Santa María Xadani, fue vital. Se encontraron con palabras intraducibles como “geometría”. En realidad, la obra es una interpretación más que una traducción. Además, las ilustraciones de Victoria Gaspar Teodocio (Vics Laga), de San Melchor Betaza, y Jesús Castillo Rasgado, de Juchitán, armonizan gráficamente las palabras de la escritora.
“En el Surco de la Milpa” es una oportunidad para acercarse a lo sensorial alrededor de la milpa, a eso que a la gente le hilvana con su historia: es una forma humana y sensible de ver a los maíces y los cultivos como algo presente, pero con un devenir de antaño. La poética de Olivia trasciende estilos y formalidades. Ella supo observar que la sabiduría campesina es un latir que se funde con los cantos de las aves, el fluir del agua y lo sagrado de esa tierra que da vida y que la sostiene.
“La conexión con mi papá se mantiene viva y existe porque existe esta tierra que nos heredó. Cuando me jubile del magisterio, quiero retomar la cosecha, quiero tener ese tiempo, lo he pensado seriamente”, confiesa finalmente Olivia. Si quieres pedirle su libro, escríbele por WhatsApp al (971) 207 9666: puede hacer envíos a diferentes lugares del país.
Somos una institución sin fines de lucro, apóyanos con un donativo que nos permita continuar investigando y generando contenidos especializados en maíz